Chiang mai es el paraíso para los amantes de la naturaleza, el trekking o la supervivencia, pero también para aquellos turistas como nosotras que quieren sentirse aventureros por unos días.
La ciudad en sí, no tiene mucho.. Lo mismo que todas las ciudades por las que hemos pasado: templos, markets, monjes y poco más. El primer día nos dedicamos a recorrerla. Perseguimos monjes para que nos contaran de sus costumbres y conocimos a tres chilenos con los que salimos a tomar algo.
Situada al norte de Tailandia entre Birmania (Myanmar) y Laos, cuenta con una selva tropical llena de atractivos. El principal es el trecking, que puede ser desde un día a varias noches.
Cada agencia ofrece distintos tipos en distintas zonas, en paquetes turísticos o «non turistic» que son en lugares más aislados.
Nosotras elegimos por supuesto, el Turistic One day treck. No íbamos equipadas para dormir con los bichos, ni para largas horas de caminata, a pesar de que los hostales te dan desde zapatillas, hasta saco de dormir.
El paseo empieza temprano con recogida en el hostal. En el grupo nos tocó una pareja de irlandeses, una colombiana muy simpática y tres franceses.
Después de salir de la ciudad y manejar una hora, paramos en una escuela de elefantes. Dimos un paseo de unos 45 minutos sentadas en uno, les dimos comida y nos sacamos fotos con sus crías. Después de esto, fuimos a conocer a una minoría étnica. Era un pueblo con dos pelagatos, sin ni un interés en nosotros y dedicados a vender artesanía. Nada que ver al pueblo que visitamos el día anterior. Seguimos con una caminata por los arrozales hasta llegar a una cascada y terminamos el día haciendo bamboo rafting por un río. El tour estuvo perfecto para nosotras, incluye almuerzo y lo hicimos en alpargatas.
El día anterior contratamos a un driver, Nang, por 300 baht (10 dólares) para que nos llevara a varios lugares. Al paseo se nos unió un francés, Hector.
Empezamos por el Tiger Kingdom. Una parada obligatoria para mezclarte con tigres recién nacidos, smallest, small o big. Nosotras entramos a los grandes. Nos acostamos con ellos y les hicimos cariños. A pesar de que están muy tranquilos y medio dormidos, da un poco de miedo. La hembra, enorme y temible, se llamaba Rabbit.
Por ese mismo camino hay varios lugares de animales para parar. Escuela de monos, de víboras, de cocodrilos etc, pero lo que más nos llamaba la atención era llegar al final, donde se encuentran las Paudaung o Long Neck Karen.
Esta tribu está compuesta por mujeres que emigraron de Burma hacia Tailandia porque eran esclavas. Tailandia les cedió esa zona, pero no pueden salir de ahí. Son mujeres, que al igual que algunas tribus de África, se ponen argollas en su cuello para hacerlo más largo. Esta tradición tiene su origen en proteger el cuello de los tigres o como símbolo de belleza. Sea como sea, estas mujeres deambulan por la tribu con pesadas argollas doradas en las clavículas, con argollas que aprietan y dejan morada la pierna o sus muñecas, dando la sensación de esclavitud. Se las sacan una vez cada varios años, sólo para agregarse más. Vimos desde niñas de unos 5 años con unas tres argollas, a señoras viejas con unas 30. Estas mujeres viven del turismo y por lo mismo fueron muy acogedoras, dispuestas a hablar con nosotros y responder nuestras dudas y hasta a cantarnos una canción con una guitarra hecha a mano. Es rara la sensación de ir caminando por la calle y sacarle fotos a las mujeres como si estuviéramos en un zoológico, es por eso que recomiendo acercarse a ellas, interesarse por sus vidas y así van a estar encantadas de posar para nuestras fotos.
Viendo culturas tan distintas, gente que vive con tan poco y que es prisionera de sus tradiciones, nos damos cuenta de lo afortunadas que somos. No sólo por tener la oportunidad de viajar y verlo, sino porque aprendemos a valorar lo que tenemos y la suerte que tuvimos al nacer donde nacimos. Haciendo esto, es donde más se aprende. «Esta es la verdadera universidad de la vida». Conocer la realidad. Sabias palabras de una sabia mujer, mi madre.
Esa tarde nos pasó a buscar al hostal, un tailandés de medio metro con un diamante en su oreja, movimientos suaves y andar rítmico de cadera. Piernas depiladas envidiables y un delantal de cocina rosado que decía Asia Scenic Thai Cooking.
En Chiang mai (como en todos lados) es fundamental APRENDER ALGO NUEVO. Esto puede ser desde masaje tailandés, artes marciales o clases de cocina. A pesar de haber cooking classes en todos nuestros destinos, decidimos esperar a estas que prometían ser las mejores.
Nuestro Chef y profesor se presentó como «A», nos pasó nuestros delantales y nos mostró las increíbles instalaciones. Como nos inscribimos a la clase de medio día, teníamos que elegir tres platos de todos los que había. Fue suficiente porque después cada uno se come sus platos.
Nos presentamos con el grupo. Mucha gente joven y mucho hombre, cosa que nos llamó la atención. Después de una introducción, nos dirigimos a la huerta para hablarnos de los ingredientes y condimentos thai. Luego fuimos todos al mercado a comprar lo necesario para el plato que había elegido cada uno.
«A» decía que mientras más picante estuviera nuestra comida, más sexies éramos. Cuando pasó por nuestros platos nos dijo que era comida de baby. No sabemos qué tipo de babys crían en Tailandia, pero estaba todo tan picante que fuimos incapaces de comerlo. A pesar de nuestras expresiones de dolor en la boca, fue imposible hacerlo cambiar de opinión. Eramos las menos Hot del grupo…
Felices con la rica comida, el buen rato y un libro de recetas que nos regalaron bajo el brazo, volvimos a acostarnos a nuestro hostal, el Chiangmai Inn (200 baht la noche).
Así que ya saben, a penas pisemos Chile pídannos que les cocinemos comida Thai, para que nos demuestren qué tan sexy son y nosotras demostremos nuestros dotes culinarios. Buen provecho!
***Comentario al 20/7/2016:
Empezamos nuevo viaje largo, ahora con más viajes en la espalda y con una visión del turismo y el mundo completamente diferente a este primer «gran viaje». Subirse en elefantes, bucear en sectores que alimentan al tiburón ballena, dañando su ecosistema, visitar tigres drogados y en cautiverio, ir a zoológicos, sacarse fotos con niños o cualquier actividad que implique explotación animal por parte del ser humano, es maltrato. Hoy en día no repetiría este tipo de excursiones, que realizamos desde la inmadurez y la ignorancia. Viajemos informados y seamos conscientes de a dónde destinamos nuestros recursos y tiempo. Es algo que no recomiendo, que se aleja de mi concepto de viaje y de los valores de mi empresa de lunas de miel y de este blog. Prefiramos turismo responsable y libre, respetando a nuestra flora, fauna y seres vivos en libertad.