«… Parezco una persona agresiva? No me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida… «
Estas palabras salidas de la boca de Pol Pot, después de conocer las atrocidades que ocurrieron bajo su régimen, nos confirman que el mayor depredador del hombre es el mismo hombre. Aun que como leí por ahí, la gente dice que tenían cuerpos de hombre y caras de camboyanos, pero no podían ser humanos los que le estaban haciendo eso a otros camboyanos…
El régimen de los Jemeres rojos, con Pol Pot a la cabeza, instauró la ‘Kampuchea Democrática’ como forma de gobierno entre 1975 y 1979.
Se inició con la expulsión de la gente de las ciudades. Soldados armados a lo largo de todos los caminos, obligando a familias enteras, niños y ancianos, a caminar durante largos días bajo el horrible sol y calor que hace en Camboya en abril; y continuó con una dictadura genocida que terminó por eliminar a más de un cuarto de la población de este país en esos momentos. Más de 2 millones de camboyanos murieron en los campos de exterminio, algunos por saber otro idioma, otros por tener las manos suaves, otros por tener algo de educación o simplemente por usar anteojos. A lo mejor a mí me abrían torturado como a ellos, sólo por ver mál los subtítulos de las películas o tal vez sólo por saber leerlos.
Pol pot quería eliminar a todos aquellos que representaran una amenaza para su partido, por lo que decía: Más vale matar a un inocente, que dejar a un sospechoso vivo.
La historia de lo que pasó aquí, los abusos que se cometieron, las ideologías que tenían, el fanatismo por el Marxismo o la admiración a Mao, da para horas de lectura y reflexión y no es necesario venir para estudiarla. Todos sabemos lo que pasó en los campos de concentración en la época de Hitler, sin necesariamente haberlos visitados. Espero que se interesen por este holocausto y lean al respecto.
Por todo esto, no podíamos estar en Phnom Penh, la capital de Cambodia, y no visitar la prisión Tuoi Sleng (S-21), hoy en día museo, y los campos de exterminio o killing fields de Choueng ek.
Para llegar aquí nos fuimos en tuc tuc con Di, un camboyano muy simpático que hablaba inglés a la perfección. Después de preguntarnos nuestros nombres y repetírselos cientos de veces, puso en marcha su moto con Teresa y «Mandarina» sentadas atrás. Nos rendimos, no hubo caso con que pudiera decir Josefina.
Llegamos al museo, colegio transformado en cárcel y centro de torturas de un cálibre impensable, y al entrar dos persona se nos acercaron a pedirnos monedas, uno sin pierna apoyado sobre una muleta y otro con la cara desfigurada y sin un ojo. Pagamos un dólar cada una y recorrimos las celdas (ex salas de clase) y vimos fotos de todos los prisioneros y los métodos que usaban para torturarlos.
Al salir, el hombre sin pierna perseguía a la morales, quien sin saber cómo sacárselo de encima, aceleraba cada vez más su paso. Di nos estaba esperando afuera y continuamos hacia los campos de exterminio. Habíamos leído que era muy muy duro. Que la gente salía con mal cuerpo y se les saltaban las lágrimas al recordarlo. A nosotras no nos dio esa sensación, a pesar de que las historias que te cuentan ahí adentro te pongan la piel de gallina.
La entrada cuesta 5 dólares e incluye un audioguía en español. El lugar es un gran parque con una construcción al centro donde se pueden ver miles de cráneos y huesos de las víctimas. El parque cuenta con un lago y varios lugares verdes para sentarse a escuchar los testimonios o música compuesta para el genocidio. Al caminar por los caminos, todavía se puede ver ropa o algún diente que surge de la tierra que va apareciendo cada vez que llueve. Hay fosas comunes y árboles donde eran golpeados los niños, hoy en día repleto de pulseras de colores colgando dejadas por los turistas a modo de recogimiento.
Hay que tomárselo con calma para escuchar toda la historia. Todo el paseo dura unas 4 horas.
Di nos dejó al lado del río para almorzar algo. Hay mucha gente caminando, lugares para comer y niños vendiendo cosas. A modo de consejo, cómprense un libro en esta ciudad, venden muchos, pero yo me compré First they killed my father, recomendado por mi amiga Saphores (gracias por el tip!). Lo van a ver en todos lados, yo cometí el error de comprarlo en el museo y en el río lo vendían por todas partes a mitad de precio.
El calor en esta ciudad es realmente insoportable. No sé cuantos grados había, pero estábamos al borde del desmayo, por lo que volvimos un rato al hotel. Dormimos en el Golden NouraVilla. Un hostal perfectamente ubicado con vistas al Royal Palace (lástima que nuestra pieza no tenía ventana).
Cuando bajaron las temperaturas, partimos al Russian Market o Psar Tuol Tom Pong en tuc tuc. Cierra los domingos y no queda muy cerca, pero parece que es el mejor de todos los markets de Phnom penh. Así que tuvimos que ir al Night Market, donde además de vender cosas, se junta la gente a comer sentadas en alfombras que ponen en el suelo o escuchar el afinado canto del pop camboyano de algún amateur.
Caminando por el paseo fluvial hay muchos bares, pubs o spa, que cierran a las 12 de la noche. Están los clásicos carritos de gente vendiendo fruta o los no tan clásicos vendiendo brochetas de serpiente, ranas, cucarachas fritas, pollitos con cabeza y todo tipo de rarezas «comestibles».
Por donde sea que se mire hay gente amputada de brazos o piernas, malformaciones o algún tipo de discapacidad. La respuesta produce rabia: 4 millones de minas antipersonas que fueron puestas durante la guerra entre jemeres rojos y los distintos gobiernos. 1 de cada 250 personas han sido víctimas de las minas mientras buscan comida. Actualmente hay muchas sin desactivar.
Otros atractivos de Phnom Penh son el palacio real, residencia actual del rey del ‘Kingdom of Cambodia’, que convoca multitud de personas todo el día en sus alrededores, la pagoda de plata ubicada justo al lado y el museo nacional.
El rey, muy querido por sus súbditos, nombró hace algunos años a la actriz Angelina Jolie ciudadana de Camboya, por sus constantes contribuciones para el desarrollo de este país y adoptar un niño camboyano (según mi compañera de viaje, no podía subir esta publicación sin esta fundamental información).
Nos habían dicho que las personas de este país eran adorables, que era un país más pobre y menos preparado para el turismo que Vietnam. La verdad es que en parte es verdad. Las personas son muy acogedoras y amables. Los niños te saludan en la calle y los viejos te sonríen, pero, comparando capitales, creo que Phnom Penh está más preparado para recibir turistas que Ho Chi Minh y se ve menos pobreza en sus calles.
Aquí no vimos gente sentada en las calles sacándose los piojos, sino que vimos peluquerías o barberías armadas de forma improvisada en las veredas de las calles. No hay mil motos tocando la bocina sin parar, hay tuc tuc para 4 personas y varios autos buenos. En general la gente entiende mejor el inglés que en Ho Chi Minh y en todos lados se puede pagar con dólares.
Otra cosa que nos ha llamado la atención es la cantidad de viejo occidental de unos 60 años, acompañado por jovencitas orientales. La prostitución se practica mucho en estos países, tanto, que cuando la jose bajó durante la noche a comprar una botella de agua a la recepción, tuvo que esperar que le pagaran los 40 dólares más el taxi a un par de camboyanas, para que la atendieran.
Consejo de esta ciudad: no comer productos del mar. El río Mekón es muy sucio y toda la fruta que venga con cáscara. Llevar 25 dólares en efectivo para pagar la visa que te la dan en la frontera.