Sri Lanka de mi corazón (Parte I)

Esta isla ubicada en el golfo de Bengala me robó el corazón en el minuto que aterrizamos en el aeropuerto Internacional Bandaranaike en Colombo… y siento que una parte de mí sigue allá esperando a que vuelva.
Para ponerlos en contexto: eran las 3 de la mañana, estábamos muy cansados, el vuelo se había movido mucho, todavía teníamos que pagar la visa de 35USD por persona y manejar hasta Negombo donde pasaríamos la noche.
A pesar de eso, la emoción de llegar a un país nuevo y desconocido supera todo tipo de cansancio. Me gustó la zona de “Duty Free” que vende hasta lavadoras, me gustó volver a ver a las mujeres vestidas con saris de colores y ver la piel morena y curtida de los hombres. Una parte de mí, sentía que estaba volviendo a la India y eso me tenía entusiasmada, luego descubrí lo equivocada que estaba. Me gustaba todo lo que veían mis ojos, pero lo que me terminó de enamorar (y no habían pasado ni 30 minutos) fue ver a un hombre de unos 40 años, vestido con camisa blanca y pantalón café, con zapatos de cuero negro sin calcetines, con el pelo negro azabache peinado cuidadosamente para el lado y una sonrisa eterna de dientes blancos, flameando un cartel con nuestros nombres. Este personaje, desconocido en ese momento, amigo para siempre después, es Susantha, el que sería nuestro chofer y “guía” durante nuestra estadía. Gracias Dios, destino, Karma, Brahma o lo que haya sido, por ponernos a este hombre en nuestro camino.
Como les he contado, no somos mucho de organizar viajes. Siempre viajamos con tiempo, nos gusta ir descubriendo cada lugar nosotros mismos y vivir la esencia de cada destino. Leemos mucho, seleccionamos rutas, pero no definimos número de días, ni actividades hasta que no llegamos al destino final. Nos gusta “viajar por libre”, sin agencias, guías o tours organizados, pero con Sri Lanka fue distinto. Teníamos el tiempo muy justo y sabíamos que las distancias eran largas. Viajábamos con Lucas, que a pesar de ser un viajero de película, necesita dormir y que respetemos sus horarios.

Leyendo blogs y viendo fotos de mis viajeros en las redes, llegamos a la conclusión de que la mejor manera de trasladarnos sería con un chofer. Así fue como llegamos a Vajira, un personaje clave en nuestra historia. Vajira es único: es un hombre flaquito, moreno, de labios gruesos, camisa blanca, mimetizado perfectamente entre tanto srilankés, pero al abrir la boca te saluda en un español perfecto. Se crió en Europa, es culto, viajero, occidental, habla varios idiomas, es bueno para los negocios y es bueno con su país. Organizamos el viaje con él antes de llegar a Sri Lanka y él fue el que nos designó a Susantha como chofer. En dos ocasiones nos juntamos con él a tomar un té y hablar. Nos enseñó cosas fascinantes, nos contó historias de Sri Lanka, nos habló de su gente, del budismo y del Karma (los comentarios y lecciones que más me gustaron pueden verlas en mi Instagram).

 Para moverse en Sri Lanka pueden optar por esta opción, pueden arrendar un tuk tuk y moverse libremente, o bien, pueden usar el transporte público (buses y trenes) que funciona bien y es lo más económico.
Volvamos atrás… Salimos del aeropuerto emocionados con nuestra mochila, coche, bolsas, mochila de trekking y mil bultos, y a pesar de la hora que era y la oscuridad de la noche, la humedad nos recordó en qué parte del mapa estábamos. La primera noche dormimos en Negombo, un lugar que recomiendo bastante si llegan o se van a horas más extremas, ya que entrar a Colombo dicen que es un caos (no estuvimos), y aquí al menos hay varios lugares para comer, playa para pasear y hoteles para pasar la noche.
Nosotros no “pateamos” la isla. Nos gusta ir con calma, mezclarnos con la gente, disfrutar de un coco sentados en la calle y conversar con los locales. No fuimos capaces porque decidimos trasladarnos un máximo de 3 horas diarias y ojalá evitar movernos todos los días. La idea era trasladarnos a la hora de la siesta de Lucas para evitar que se mareara, así que no se guíen por nuestros horarios y movimientos, todo se puede hacer mucho más rápido de lo que aquí voy a contar. Además les voy a contar de lugares que decidimos eliminar de la ruta, pero de los que estoy bastante informada.
Amanece en Sri Lanka y nos espera un desayuno a base de dulces locales, pan de coco, jugos de frutas que no pudimos identificar y huevos. No nos quedamos en un hotel, era la casa de una familia que había habilitado algunas habitaciones para huéspedes. El lugar era increíble, moderno e impecable. El desayuno lo hacía la dueña de casa, quien alegre nos contaba lo que estábamos comiendo mientras se movía con su delantal blanco de un lado a otro de la cocina.

Segunda parada Pinnawala:

Negombo está a unas 3 horas de Kandy, nuestro segundo destino, y Pinnawala está a ¾ del camino. Este es un punto polémico donde el viajero debe elegir si parar o no. Leímos mucho al respecto, nos informamos y a pesar de leer un montón de comentarios negativos en varios blogs, decidimos ir de todas formas. Pinnawala es un orfanato de elefantes (existe otro al sur de la isla llamado Transit Home Elephants en Uduwalawe).

Es verdad que algunos están encadenados, es verdad también que se ha transformado en una atracción turística y es verdad que producto del turismo que recibe han tenido que tomar medidas para proteger a los visitantes (como los palos que terminan en punta que tienen algunos de los cuidadores). A nosotros no nos gustan los zoológicos, menos los que tienen a los animales solos y encerrados, pero esto dista mucho de ser un zoológico. La manada está prácticamente libre dentro de su propio hábitat, tienen muchísimo espacio. Se supone que estos elefantes son huérfanos o están mutilados o heridos. Un elefantito no es capaz de sobrevivir sólo sin su madre, por lo que aquí los alimentan hasta que crecen.

Quiero creer que los cuidan y que tienen mejor esperanza de vida de la que habrían tenido por su cuenta allá solos. Quiero creer que las cadenas y pinchos son para cuidar a los sapos de los humanos que queremos acercarnos, pero que a su vez nuestra visita ayuda a financiar esta obra. Espero que sea así y que todo lo que me contaron sea verdad. Si consideramos que todo es cierto, les cuento que la visita vale la pena y Lucas estaba emocionado.

El lugar es muy bonito, los elefantitos disfrutan mientras les dan botellones de leche y tenerlos tan cerca es una maravilla, pero lo mejor de todo no está en el centro, está en el río. Los elefantes bajan dos veces al día a darse un baño (12:00 y 2:00 pm), por lo que una buena hora para llegar es a las 12:45, sacar algunas fotos, ver como alimentan a los más chicos a la 1:15 y bajar al río para conseguir mesa en primera fila. Hay muchos restaurantes, por lo que nosotros aprovechamos de almorzar en uno que está en primera fila bajando a mano derecha y nos quedamos ahí a ver el espectáculo.
Es realmente bonito. Les podría hablar horas del elefante asiático, de su peligro de extinción, de sus hábitats y de cómo mientras te mueves por Sri Lanka manadas de “wild elephants” cruzan la calle sin previo aviso, pero no me quiero extender mucho, sólo recomiendo no montarlos, ni incentivar su maltrato en trabajos pesados o circos.
Seguimos a Kandy con un camino lleno de palmeras y tuk tuks de colores. Llegamos a una ciudad llena de vida y movimiento. Es la entrada a las tierras altas de la isla, pero también un paso para seguir hacia las antiguas capitales de Ceylán.

A mi me gusta dividir a Sri Lanka en 4 tipos de turismo:

  1. Cultural: Antiguas capitales como Anuradhapura y Pollonaruwa. Dambulla, Mihintale, Kandy, Sigiriya etc…
  2. Parques Nacionales: Yala, Minneriya, Kaudulla y cientos más.
  3. Tierras altas: Nuwara Eliya, Ella, Haputale.
  4. Playas: Negombo, Nilaveli, Tricomalee, Arugam Bay, Mirissa, Galle, Hikkaduwa y muchas más
Al venir a Sri Lanka hay que considerar que no es un destino barato. No es como la India o el resto de los países del Sudeste Asiático. Aquí todas las entradas a templos o ruinas cuestan unos USD 25-30 por persona, por lo que recomiendo leer de cada lugar y seleccionar los que más les interesen.
Para mí venir a este país fue una sorpresa, fue sentirme en varios países al mismo tiempo, fue respirar y trasladarme a lugares amados y olvidado de mi inconsciente. En algunos lugares me sentía en Egipto, donde había estado hace tanto. Estar frente a estupas o dagobas enormes y mirar sus grabados en la piedra, era como volver a estar a los pies de una pirámide y de su civilización antigua. 


Estar en un Jeep sin techo avanzando por la espesura de la selva en busca de manadas de elefantes fue como teletransportarnos a Kenia o Tanzania viviendo alguno de sus safaris. Caminar por Kandy y ver a las mujeres comiendo con las manos arrastrando saris de colores, era como volver a la India, pero sin tanto caos. Algunos llaman a Sri Lanka la “Lágrima de la India”… no tiene nada de lagrima más que su forma y tiene poco de la India más que la población Tamil que ahí vive. Tienen una religión distinta, tienen un idioma distinto, tienen una forma de ser distinta y tienen una educación distinta. Me emocionaba estar tan cerca de la India, pero más me emocionó descubrir que eran diferentes.

Seguimos con Kandy: Linda ciudad, algo loca, pero no tanto. En algunos blogs leí que era caótica, pero creo que los que lo escribieron no han estado en ciudades realmente caóticas. Su actividad gira en torno al lago. Me encantan las ciudades de lago como Udaipur o Hanoi, donde el lago genera un oasis de paz entre tanto alboroto. Kandi es perfecta para recorrerla a pie, comer algo dulce en alguna de sus bakerys o admirarla desde las alturas en alguno de sus miradores. 

Fuimos al Palace Royal Park, un parque tipo bosque, lejos del ruido de la ciudad que esconde pasadizos secretos, cementerios y un lindo mirador. Es una caminata tranquila perfecta para desconectarse y ver algún animalito. Fuimos también al gran Buda blanco y subimos hasta arriba. Ver la puesta de sol desde aquí fue uno de los tantos regalos que nos dio esta isla.

Una de las maravillas de esta ciudad y que nos hace sentir en algún lugar de Inglaterra, es el Jardín Botánico. Está a 7 km y es una preciosidad. Sus flores, su verde, sus caminos y su perfección, hacen que los paisajes parezcan pintados a mano.


La principal atracción de Kandy es el Templo de la Reliquia del Diente de Buda. Como es tradición en el budismo, Buda fue incinerado, pero sus dientes se encuentran repartidos en distintos templos. En éste está el canino izquierdo de Buda, que fue trasladado desde la India a Sri Lanka en el siglo IV a.C. El templo no es muy grande y se llena de gente que deja flores y ofrendas. Por detrás de él hay un museo que habla del budismo en los distintos países del mundo.

Ahora toca decidir cómo sigue la ruta… ¿nos vamos a las tierras altas? ¿Vamos a pasar el día a la casa de Vajira que está en la montaña entre cascadas y plantaciones de té? ¿Seguimos a Sigiriya donde nos espera el maravilloso hotel Aliya y los parques nacionales? La ruta que decidan depende de ustedes, Kandy es un buen punto para decidir los próximos movimientos. Después de estar con Vajira y jugar con niños locales en un parque junto al lago, decidimos seguir a Sigiriya, no sin antes parar por el Templo de oro y las Cuevas de Dambulla. La entrada es gratuita, los escalones para llegar a ellas están llenas de monos y las cuevas esconden en su interior pinturas, figuras y estatuas de Buda llenas de historia y arte. Para mi gusto una parada obligatoria que no les quitará mucho tiempo.

Ojo que hay un pasadizo por detrás que ahorra bastantes escalones. Aquí también hay que sacarse los zapatos, pero sólo al entrar.

Siguiente parada: ¡Sigiriya!

Otra parada estratégica en la ruta. Desde aquí podemos seguir a Anuradhapura, Pollonaruwa o visitar algunos parques nacionales.
Sigiriya tiene como atractivo turístico la famosa Sigiriya Rock. Esta roca tiene unas vistas preciosas al frondoso verde de la isla. Unos 1.500 escalones a pleno sol nos separan de la cima y una entrada de unos USD $30. Además de las escaleras, el recinto tiene la famosa entrada a la “Lion Rock” que aún conserva las patas de león talladas en piedra y algunos frescos pintados en la roca.
A pesar de lo atractivo de este lugar, la entrada es bastante cara considerando que se puede vivir una experiencia similar en la roca Pidurangala. Las vistas desde ahí son las mismas, sumándole a la foto la gran Roca de Sigiriya que está enfrente. El costo es de USD $3, las escaleras están cubiertas por árboles aportándole un poco de sombra a la subida y a mitad de camino encontramos en precioso Buda reclinado hecho de piedra. Está mucho más vacía y se  puede disfrutar de las vistas en soledad y silencio el tiempo que cada uno quiera.
Subir no es muy fácil, tampoco imposible. Habíamos leído también que era extremadamente complicado y casi eliminamos este destino de la lista. Menos mal no nos dejamos llevar por todo lo que leemos! Cualquier persona con un poco de empeño sube a la primera a pesar de tener tramos un tanto complicados. Nosotros que íbamos con Lucas en una mochila pudimos gracias a la ayuda de una familia que estaba por la zona, pero si no, habríamos hecho lo posible por subir de cualquier modo. Si nosotros lo hicimos, todos pueden!
Durante nuestro viaje nos dimos algunos gustitos… pero sin lugar a dudas el Ranking lo lidera el hotel que elegimos en este destino: el Aliya Hotel fue la mejor opción. Un hotel precioso, con comida exquisita y una piscina enorme coronada con la Sigiriya Rock. Además de ser un hotelazo para nosotros, es un buen hotel para todos aquellos que vayan con “drivers”, ya que su dueño empezó siendo un chofer antes de empezar en el mundo de la hotelería, así que pueden imaginar la importancia que le da a las habitaciones y comida de los conductores (la mayoría de los hoteles de Sri Lanka tienen habitación y comida para los choferes incluido en el precio de la habitación de los pasajeros, ojalá elijan lugares dignos para quienes nos acompañan durante nuestras vacaciones).

La siguiente capital antigua es Anuradhapura y camino a ella está el gran Buda Aukana. No recuerdo dónde, pero camino a Pollonaruwa hay un buda muy similar. Ojo que para los que tengan poco tiempo es mejor plantearse esta visita, no porque no sea una maravilla llena de historia, pero la entrada nuevamente es cara, está un poco lejos y la “ciudad” está en ruinas. Se hace un poco cansino ir viendo templos destruidos y rocas, tratando de imaginarnos qué había antes de que fueran “escombro”. Entre esta capital y Pollonaruwa, es preferible ir a la segunda (aunque como siempre, en gustos no hay nada escrito). Aún así, la visita incluye sus magnificas dagobas, sobretodo la de Jetavanarama, famosa a nivel mundial dentro de las construcciones de las civilizaciones antiguas. Además, muy cerca de aquí está Mihintale, un complejo de templos que incluye la roca de la meditación con unas vistas preciosas, una dagoba blanca rodeada de columnas, Budas y la gran Dagoba de Mihintale desde donde se ven las ruinas y dagobas de Anuradhapura.

Recordemos que todos estos lugares son destinos de peregrinaje para los budistas. Siempre veremos gente rezando vestida de blanco. Hay que mantener respeto, nunca darle la espalda a Buda (ni para sacarnos una foto), sacarnos los zapatos y caminar descalzos por la roca y escaleras (que a veces quema por lo que es recomendable llevar un par de calcetines), cubrirnos los hombros y rodillas, y tratar de comprender dónde estamos más que sacar la foto que queríamos e irnos. Son lugares muy mágicos que quién sabe si los volveremos a visitar.

Nos trasladamos a Pollonaruwa y la última parada que conforma las capitales antiguas de Ceylán. Estas ruinas son muy completas, a pesar de que muchos de sus templos estén algo destruidos están llenas de arte y de historia. Tiene dagobas que ocultan tesoros ancestrales de los reyes y que se mantienen en secreto porque nadie quiere abrirlas, Budas tallados en piedra en todas las posiciones, frescos de vivos colores y paisajes preciosos, pero el plato fuerte son los tres Budas gigantes tallados en la piedra de forma armónica con el entorno, como si siempre hubiesen estado ahí. Es bueno dejar esto para el final, así después de recorrer el complejo podrán sentarse a observar el vaivén de la gente local que viene en familia a ver esta maravilla.
Hay gente que hace esta ruta en dos o tres días, otros que la hacen con calma para poder mezclarse entre la gente o aprovechar el hotel. Da igual el tipo de viajero que sean y qué tan apretada esté su agenda, dense un tiempo para mirar, aprender algo nuevo y seguir mirando.

Sri Lanka es esto y mucho más… tuve que dividir el post en dos partes, ya que tenía tanto que contar, que con la corriente de la conciencia en “On” me quedó demasiado largo. Todavía falta contarles de los elefantes, los parques, los safaris, las playas, el té, las tierras altas, los paisajes, los trenes, más del budismos, más de Sri Lanka y más de Susantha.
Espero que por el momento les esté gustando “la Perla del Océano Índico”, porque más que perla, es un diamante en bruto. Para seguir leyendo sobre este maravilloso país, lean la continuación en «Sri Lanka de mi corazón,  Parte II».

Una respuesta a “Sri Lanka de mi corazón (Parte I)”

  1. […] ven, este país tiene mucho que ofrecer. Ya se los dije en la primera parte de Sri Lanka de mi corazón (clic directo al post) y es que Sri Lanka hizo que me transportara a muchos lugares a medida […]

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