India: Primeras impresiones

Cuando llegué al counter de IndiGo Airlines para hacer el check in, debo reconocer que tuve miedo. Colas y colas de indios con turbantes, pañuelos en la cabeza y ropa benetton mirandome como bicho raro. Cada uno con un carrito con al menos una televisión de plasma de millones de pulgadas. Se vuelven locos con la tecnología, los celulares y las fotos. En Bangkok, acostumbrados a esta frenesí que provoca en los indios, tenían un counter para facturar para los Non Tv, asique al menos pasé rápido.

Me dirigí a mi puerta de embarque después de la despedida con mi amiga y me revisaron como si fuera de Al Qaeda. Uno por uno nos hicieron abrir nuestros bolsos de mano, sacar nuestras pertenencias y luego subir a una especia de tarima donde nos revisaban al detalle.

Para esta gente somos mas raros nosotros para ellos, que ellos para nosotros. Siendo la única mujer, la única persona occidental del avión y sobra decir la única rubia, todos dirigian su mirada a mí, cuestionandose seguro, que hacía sola camino a la India.

Me sacaran fotos con el celular como si fuera la J-Lo o alguna actriz famosa. Aunque claro las actrices famosas para ellos no son las de Hollywood, si no las de Bollywood, donde tienen una gran industria del cine de la que están orgullosos.

El avión era un griterio. El que no gritaba roncaba y el que no hacía ruido, tenía olor a ala. Asique las cuatro horas que duró el vuelo, no puedo decir que fueron del todo placenteras.

Mientras esperaba que los pasajeros se subieran al avión, me sentía en un desfile o un ‘parade’. Hombres con turbantes enormes, túnicas blancas, barbas largas, densas y negras. Algunos con los ojos delineados y otros con pintas rojas en la frente. Muy curioso todo. Al final, se suben 6 dementores (como los de Harry Potter) que me dejaron sin habla. Seis figuras vestidas de negro completamente, velos tapaban sus ojos, guantes sus manos. Eran seis mujeres con burka, pero lo más radical que he visto en mi vida. Ni veían las pobres. Aunque esas sombras avanzando por el pasillo me dieron más miedo que los hombres, al menos no era la única mujer jajaja

La llegada a Delhi a las 4:00 am fue totalmente normal. Más acostumbrada a mis compañeros de vuelo y sus olores, me dirigí a la salida con total normalidad.

Me estaba esperando un taxista en la puerta con un cartel con mi nombre. Nos fuimos hablando de la vida en Delhi, a pesar de tener un inglés muy limitado, algo logramos entendernos.

Al llegar al hotel, que había reservado con meses de anticipación y confirmado una y otra vez por mail, me dijeron que estaba lleno. Me vi sóla, a las 5 de la mañana, en una noche con lluvia y frío y saqué mis garras. Me trasladaron a un hotel del terror. Olores vomitivos y paredes llenas de telarañas. Por suerte estuve ahí sólo un par de horas, porque en cuanto se desocupó una habitación del otro, me trasladaron.

La gente muy servicial. Demasiado talvez. La comida de ese día muy mala, tanto que la tuve que envolver en una servilleta y meterla a la cartera para botarla después. El té típico de aquí que viene con leche, cero recomendable, lo dejé entero. Y mi vista, edificios a medio construir en una calle llena de basura.

Estoy alojando en Karol Bagh, un barrio conocido por su gran mercado de clase media, que se repleta de gente cada día (locales por su puesto). Venden de todo. Hasta autos!

Después de instalarme, decidí ir al desayuno «buffet» ubicado en el último piso, donde en teoría hay una mesa de pool y un restaurant. Por buffet entienden cuatro tupperwares sobre una mesa y un termo con agua caliente para té o café. El contenido de cada tupper era dudoso y picante. Jamás apetecible a las 8 de la mañana.

Y así fue. Llegué a la India. Pasé del paraíso a esto, que prefiero no calificarlo de nada porque sé, o al menos espero que me terminará encantando.

Según lo que dice la gente: la gente o ama India, o lo odia. A ver a qué grupo pertenezco. Espero ser del primero.

Namaste!

Deja una respuesta