Bangkok y un mago en el camino

Sin saber a donde ir o qué hacer, tuvimos que recurrir a nuestro nuevo amigo Mario para que nos orientara un poco. Lo seguimos por las calles, nos dio tips de utilidad y hablamos un poco de nuestras vidas. Era su tercera vez en Tailandia y la octava vez en Bangkok, así que nos ayudó mucho. Tras cotizar distintos hostales, llegamos a uno en una calle preciosa llena de vida. Estaba bien ubicado y bien de precio, así que nos quedamos los tres ahí. El hostal se llama My House en la calle Rambutri y nos lo recomendó nuestra amiga Saphores.  

Esa noche Mario nos llevó a Khao San road, el punto de encuentro de todos los mochileros del mundo. La calle está llena de gente caminando con botellas de cerveza o buckets en las manos (los buckets son baldes de playa llenos de algún cocktail). Por todos lados se ven lugares para comer, tomar algo, hacerse rastas, piercings o tatuajes, bailar o escuchar música. Hay carritos de comida en las calles que venden desde los infaltables saltamontes, gusanos y escorpiones fritos,  hasta exquisitos Pad thai o spring rolls. Comer en la calle en este lugar es la clave. Por pocos dólares se come mejor comida thai que en varios lugares de Chile. Si al terminar el contundente plato de comida siguen con hambre, pueden ir a alguno de los carritos con fruta o crepes que se pasean por la zona.


Aquí, podrán escuchar personas haciendo curiosos ruidos con la boca y ofreciendo el famoso Ping-pong Show. Nunca lo he visto, pero sólo saber de que se trata es suficiente para saber que frente a estas personas, es mejor pasar de largo.

  Mario nos llevó a un bar en esa calle, pero parecíamos fuera de ella. Nos metimos por una puerta sin ningún cartel y subimos por unas escaleras silenciosas y aisladas de la locura y bullicio de afuera. Una puerta un poco clandestina se abre para dar lugar a un bar en un segundo piso con increíbles vistas,  música en vivo tocada y cantada por un par de hombres de Malasia y todas las mesas llenas de gente disfrutando del momento. Años luz de la locura de la calle donde todos andan con poleras que dicen «I love BKK» y cosas del estilo. Después de varias canciones, fuimos a bailar a otra disco que pareciera esconderse de la calle. Una entrada discreta para una discoteque subterránea donde Mario dejó a todos boquiabiertos después de bailar un perfecto breakdance.


Al día siguiente partimos los tres a conocer un templo y Chinatown en tuc tuc. Chinatown es curioso, un gran market donde venden bastante porquería. Nos comimos unos noodles en la calle y volvimos al hostal los tres juntos como si nos conociéramos de toda la vida. Como dijo Mario, ya eramos como sus hermanas chicas, éramos «familia». Y eso es lo que me gusta de estos viajes, que en pocas horas, un desconocido pasa a ser tu mejor amigo.

Al volver, nos encontramos con una amiga del colegio en la recepción. Después de reérnos con sus historias e intercambiar experiencias y consejos prácticos, fuimos a comer y tomar algo. Nos instalamos en el epicentro de Khao San, y al ritmo de la música y los buckets nos quedamos en un bar las cuatro y una pareja de chilenos más. Es una calle increíble! A Bangkok, si se es mujer o les gustan las compras, hay que ir un fin de semana, porque sólo los sábados y domingos de 9 a 18 horas está abierto el mercado de Chatuchak. La perdición para mi bolsillo, para mi mochila que está al borde de la explosión y mi espalda, que tiene que cargarla. Mejor que cualquier otro market y más parecido a un bazar, podemos encontrar de todo y muy bonito. Sólo hay que perderse, buscar y regatear. Es enorme!
Reflexión de hoy:
Esa noche, mientras comíamos en la calle, se nos acerca un mendigo con piernas atrofiadas, sentado en un skate. Con una sonrisa de oreja a oreja, nos enseña un par de trucos de magia. Hacía volar entre sus manos y al rededor suyo, cualquier papel, carta, billete que se le diera. Por más que nos enseño el truco y que nos hizo tratar de hacerlo, fue imposible descubrir el misterio. El amigo tenía poderes, de eso estamos convencidas.   Descubrimos que cuando uno quiere, no hacen falta las palabras para entendernos. Así que con un par de gestos y caras de admiración, le dijimos que era un ídolo y el a nosotras nos hizo pasar un muy buen rato. A veces hay que darse el tiempo para conocer a los que se nos acercan a pedirnos y no siempre hacer como si no los viésemos, no existieran o darles la espalda.
Bangkok es mucho más que calles locas y mercados increíbles, pero nosotras ya vimos muchos templos y a la vuelta pasamos por Bangkok otra vez, así que simplemente nos dejamos querer y nos pusimos a tono con lo hippie del ambiente haciéndonos un par de rastas en el pelo cada una.  

Atracciones turísticas:
– Gran palace: que contiene el wat Phra kaew (templo del buda de la esmeralda), wat pho (buda estirado y escuela de masajes), wat Arun (el más importante y dicen que vale la pena subir).
– floating market
– parque Lumphini, chatuchak o benjasiri
– calles rojas (sex shows)
– agencias de viajes ofrecen cientos de paseos por 1 o más días a varios lugares.

*Mi opinión de todo esto se los voy a tener que contar en otra oportunidad.
Ahora estamos en un bus, camino al norte de Tailandia, a Chiang Mai. Nos encantó Bkk, pero sabemos que vamos a volver. Agradecemos haber conocido a Mario y esperamos volver a vernos pronto y agradecemos haber conocido al mago, que tenía mucho talento y mucho que entregar.

2 respuestas a “Bangkok y un mago en el camino”

  1. Tere!!!
    Amo tu blog!!! Me hace ir viajando con ustedes!!! Que ganas de conocer todos los lugares que han recorrido!!!
    Mucha suerte a las dos en lo que queda y por favor sigue escribiendo!
    Extraño a mi Mori!
    Besos y Abrazos!

  2. No saben como he gozado con sus historias, experiencias, anécdotas.. me alegro que lo esten pasando tan bien. Disfruten al máximo lo que estan viviendo, mucha suerte!! Sigan reportándose.. Besos!

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